sábado, 14 de abril de 2012

CRONICAS DEL VERANO:SOLSTICIO. CAPITULO PRIMERO: LA LLEGADA. PARTE 2/5


En las siguientes semanas y antes de empezar el curso académico Urko, Gio, Jonas y yo nos conocimos mucho más saliendo de tanto en tanto  a la Taberna del Pony o a los pub de White Chapel donde no nos costaba entrar sin necesidad de demostrar nuestras respectivas edades -algunos ya éramos mayores de edad y otros lo eran en sus países de origen, pero el reino unido era muy diferente y el control en estas cosas era cuando menos irrisorio- gracias a que era un barrio en el que se concedían muchas licencias –la policía toleraba bastante el barrio a cambio de que este se mantuviera libre de drogas, les toleraban delitos menores-.
Una noche en Charmed –pub de White Chapel- 3J, Gio y yo conocimos a un Galés pirado llamado Michael pero que a petición propia llamaríamos Miku y que aquella noche me cambiaria la vida al presentarme a una preciosa chica de piel canela llamada Seema, era inglesa pero de familia hindú como tantísimas otras, en su acento note rápidamente que era de Londres y aquella noche deje a todo el mundo de lado para perderme en sus enormes e inmensos ojos verdes. Me sorprendió hablando con ella que llevaba tres años en Taunton y jamás la había visto, puede ser que yo no prestara demasiada atención en las chicas pero me parecía irreal que nunca la hubiera visto ni le hubiera prestado atención a ella, ya que ante mis ojos ella era un faro que iluminaba todo a su alrededor ¿Cómo no había visto su luz? Solo podía pensar que entre las clases, los trabajos y mi novela –estaba escribiendo una novela sobre una Inglaterra post apocalíptica en la que los escoceses , los irlandeses y un puñado de ingleses y galeses se habían unido –de verdad- bajo una única bandera para lidiar contra una fuerza autoritaria que reclamaba la comida y el agua de los pocos pantanos que la sequia había dejado, eran la resistencia y tras levantar nuevamente el muro de Adriano luchaban espalda contra espalda para eliminar la amenaza totalitaria y restablecer un nuevo país- había estado demasiado absorto para ver su luz…pero es que habían pasado tres años sin verla, por más que le daba vueltas no conseguía entenderlo hasta que ella me explico que por la enfermedad de su padre pasaba largas temporadas fuera de los muros de Taunton, lo cual podía explicar de manera un tanto vaga el porqué no la había visto nunca.
Las cervezas dieron paso a las copas, a mi espalda podía ver a Miku, Gio y Jonas beber y hablar sin quitarme ojo, tenía bastante claro que me estaban poniendo verde, más aun cuando ellos no estaban ligando, solo a Miku se le veía sonriente, se notaba que Seema era amiga suya y la veía divertirse conmigo. Serian las tres de la mañana cuando decidimos irnos del local despidiéndonos de los chicos –la mirada de Jonas rezumaba un extraño orgullo que en él me asustaba-, paseemos por la avenida de Virginia Woolf a la luz de las pequeñas farolas que apenas iluminaban al calle pero me permitían admirar sus ojos verdes tras sus gafas de pasta y ver el brillo azulado de su sonrisa, era una magnifica noche que ambos decidimos no acabara en la academia. Buscamos un motel ya que apenas llevábamos treinta libras encima –habíamos bebido mucho en Charmed- entre ambos, lo justo para una noche en un hostal o un motel de baja categoría, pero no nos importaba demasiado solo queríamos estar juntos aquella noche y seria especial acabáramos donde acabáramos independientemente del nivel de la habitación –a veces dictaminado por la cantidad de cucarachas del baño-. Tras andar más de hora y media bien abrazados por los diferentes barrios de Taunton encontramos la pensión de Maggie Sherman cerca del antiguo teatro Meliès –cerrado desde hacía casi veinte años, era uno de aquellos teatros donde pasaban las funciones de Shakespeare y las sesiones dobles de películas de serie B-.
La vieja Maggie ni siquiera nos exigió las identificaciones, solo nos hizo firmar –con el nombre que quisiéramos, aprovechamos para ponernos Pumpkin y Honey Bunny homenajeando Pulp fiction película que nos entusiasmaba ambos- y pagar por adelantado y nos condujo a una pequeña habitación con un ventana de madera, una cama de matrimonio –se nos ilumino una sonrisa- y un pequeño baño compartido en el pasillo. Le agradecimos nos atendiera a horas tan extrañas y con una breve sonrisa –casi una mueca simiesca- y un ademan de conformidad nos dejo solos y se perdió pasillo abajo, sus pasos se oyeron bajando por la estrecha escalera que daba al hall de recepción.
Nos quedemos solos y nos miramos el uno al otro, no éramos niños pero nos sentíamos indefensos el uno ante el otro, la seguridad que teníamos mientras paseábamos ante la tenue luz de la luna se transformó en nerviosismo y miradas al suelos. Tras un lapsus de apenas unos segundos pero que a ambos nos parecieron horas decidí acercarme y subiendo su barbilla –inclinada hacia el suelo como su mirada- con mi mano la puse frente a mí y pude sentir su corazón en su respiración entrecortada y nerviosa, y la bese. La bese al menos durante cinco minutos -quizás más-, apenas podíamos respirar mientras nuestros labios nerviosos hacía segundos ahora se presentaban seguros de sí mismos y sabios como viejos hechiceros lamiendo y mordiendo con extrema sapiencia, con dulzura y una pasión que dejaba muy atrás las inseguridades de los primeros minutos. Mis manos ya alejadas de su barbilla dibujaban formas entre su cintura y su trasero perdiéndose de tanto en tanto en sus pequeños pero firmes, redondos y suaves senos, para sin más miramientos desvestirla rápidamente pero sin perder la suavidad y la dulzura, así como una cierta compostura heredada de mi  educación elitista inglesa. Primero fue la cremallera del top –o corpiño- azul que llevaba que empezó resistiéndose pero cedió para dejar ver un hermoso corsé blanco con muchos encajes y quizás demasiados corchetes para desabrochar –para mi gusto al menos-, para luego volver a vérmelas con una cremallera, esta vez de la falda que aunque no se me resistió en primera instancia abriéndose de manera ágil entorno a su preciosa cintura que momentos antes había torneado con mis manos, se me resistió a la hora de bajar la falda en sí –la ropa estaba confabulando contra mí para hacerme parecer un autentico patán con tan poca maña en desvestir a una mujer como falta de orientación a la hora de darme cuenta de que ella me está mirando de manera compasiva para hacerme entender que a ella le resulta más fácil bajarse la falda si yo quito mis manos de la misma- haciéndome desistir ante una preciosa mirada de Seema que me incitaba a dejarla a ella terminar –soy un fraude pensé para mis adentros mientras me ruborizaba por mi falta de maestría quizás acrecentada por el mucho tiempo que había pasado desde la última vez que había desnudado a una mujer y en aquella ocasión se desnudo ella y al cantidad de ropa era muy inferior-. Tras quitarse la falda dejándola caer hasta los tobillos y alejándola con estos quedo ante mí con solo un pequeño corsé u unas minúsculas braguitas blancas que destacaban sobre su piel color canela y su melena negra como la noche, sus enormes ojos verdes –ya sin las gafas marcándolos- emitían una luz que iluminaba aquella pequeña habitación, era preciosa y yo un necio afortunado  por tener a semejante bombón ante mí en aquella extraña noche entre las paredes de aquella ruinosa pensión y ante una enorme cama de matrimonio ¿Qué había hecho yo para tener tanta suerte, como podía estar allí de pie tan hermosa ante un gañan como yo?, deje de hacerme preguntas y dando un par de pasos la abrace, la rodee con mi brazos anudándola contra mí y nuevamente nuestros labios se encontraron a medio camino para conducirnos nuevamente a una espiral de pasión que quizás escondía un temprano amor –¿era pronto para enamorarse, o quizás el amor no tiene fechas ni tiempo para ser mesurado, medido o cuantificado, no se puede amar a primera vista como siempre nos lo ha pintado la vertiente romántica? no lo sabía pero me moría por averiguarlo, pero sería después de aquella noche en la que la pasión lo inundaba todo y no daba pie a pensar en amor u otras ideas que el romanticismo siempre nos vendía-.
Cuando nuestras bocas decidieron separarse para descansar –buena falta les hacía- Seema empujándome me tiro sobre la cama y con una dulzura extrema comenzó a quitarme la ropa –gracias a dios antes de salir me había duchado y aseado plenamente así como me había quitado el casposo uniforme de la Taunton para vestirme algo más informal que de costumbre-. Su manos desabrochaban mi camisa blanca y desanudaban una fina corbata azul oscuro –iba algo más informal pero elegante, sigo siendo inglés- que rodeaba mi cuello mientras su lengua lo lamia cariñosamente hasta deslizarse por mi torso descubierto botón a botón por sus propias manos hasta llegar al cinturón que ceñía mis pantalones vaqueros y que sin dejar de lamer desabrocho y retiro con un fuerte tirón, quitado bajo mis pantalones con ambas manos quedando a la vista unos bóxer azules cuando menos curiosos ya que mostraban una cabina telefónica de la policía de los años cincuenta y una frase en amarillo que ponía como un grito a las estrellas: “Gerónimo” . Ya desnudo solo tapados por nuestra ropa interior nos metimos en la cama y nos arropemos, el frío en Taunton era conocido y temido pero pronto nuestros cuerpos darían cuenta de él y las mantas y sabanas nos sobrarían.