sábado, 31 de marzo de 2012

CRONICAS DEL VERANO:SOLSTICIO. CAPITULO PRIMERO: LA LLEGADA. PARTE 1/5



Aquel verano paso y no me fue tan mal como en años anteriores, supongo que el hecho de que Jonas se quedara conmigo en Taunton fue en gran medida lo que contribuyo a que no fuese un verano aburrido más.
El nuevo curso académico estaba cerca de comenzar y ese año iba a ser diferente, muchas cosas iban a cambiar en mi vida y yo y Jonas nos veríamos arrollados por una serie de acontecimientos que lo cambiarían todo y que empezaban con la llegada ese otoño a la Taunton Academy de un español llamado Urko.
La primera vez que lo vimos nos pareció quizás algo retraído y callado -nada más lejos de la realidad- con su pelo rubio -casi castaño-cortado al dos o quizás al tres dejándose el pelo más largo por encima de las sienes y peinándolo con ayuda de la espuma o de gomina de manera despeinada y asimétrica. Era corpulento sobre el uno ochenta de estatura y los setenta kilos o así -quizás alguno más- de grandes espaldas y brazos, sus ojos asomaban verdes y grandes y pese a sus dieciocho o diecinueve años lucia algo de barba, no mucha la justa de llevar unas semanas sin pasarse la cuchilla. Vestía vaqueros algo raidos y llevaba una camiseta de un equipo de futbol, a rayas rojiblancas horizontales -me recordó a la camiseta del Celtic de Glasgow cambiando el verde por el rojo-, que poco le iba a durar esa ropa en cuanto le ordenaran ponerse el uniforme de Taunton pensamos Jonas y yo no sin mirarnos -y sonreírnos-, y esa barba no pasaría ni medio día antes de que el rector le dijera que la rasurase -le diría que en Taunton no se admiten cavernícolas en el mejor de los casos, en el peor lo llamaría ex convicto o similar-.
Los primeros días del curso no reparemos mucho en él ni yo ni Jonas que estaba mucho más entusiasmado con la nueva remesa -que horrible suena dicho por el- de chicas que habían llegado a Taunton, fantaseaba -a veces en voz alta- con cuántas de ellas iba a pasar la noche jugando –no sin antes esquivar al sabueso por los pasillos- a los médicos o a la enfermera sexi. Desde luego su afición por el sexo femenino era el menor de sus defectos –le gustaba el juego, el alcohol y el futbol americano- aunque todos ellos lo hacían especial…a su manera; no por nada se llamaba tres jotas según él en honor a su pasión por el póker, según yo por llamarse Jonas Jasper Jones.
En los meses siguientes y de manera quizás demasiado abrupta entramos en su círculo -o él en el nuestro no sabría decir que fue antes el huevo o la gallina-. Una buena tarde de Enero Jonas y yo paseábamos por las inmediaciones del gimnasio cuando escuchemos algo en la pista, al principio no reparamos demasiado porque los chicos jugando al futbol, basket o Lacross hacen mucho ruido -nosotros éramos más de Keating que de Carter- hasta que los ruidos fueron lo suficientemente claros para diferenciarlos, no se trataba de un lance de juego sino de una pelea. Cuando entramos en el gimnasio vimos al chico español defendiéndose con bastante solvencia de tres matones de cuarto. Jonas me miro y no hizo falta que hablara para saber lo que sus brillantes y entusiasmados ojos me decían, como buen americano le encantaban las peleas y las trifulcas, me estaba incitando a que nos metiéramos –uniéramos según él- en una, pude negarme pero no me parecía bien un tres contra uno así que corrimos hacia ellos y les gritamos improperios que iban desde el gallina hasta el que recordaba los quehaceres de sus madres -santas ellas en algunos casos y seguramente no tanto en otros- por las noches en el barrio ruso de Taunton.
Los puños volaban y los puñetazos iban desbocados de un lado para otro, una mejilla rota por aquí, un labio hinchado por allá, y la pelea se puso divertida cuando un Jonas que sangraba abundantemente por su ceja izquierda apareció por detrás de los susodichos gorilas con un remo del equipo de remo del colegio, relatar lo que sus ojos me contaban en ese momento horrorizaría a más de uno empezando por mí mismo, lanzo un par de remazos al aire de manera desafiante, lo suficiente para que los de cuarto perdieran el culo.
Cuando todo acabo comenzamos a limpiarnos la sangre como pudimos, hacía mucho –dijo Jonas- que no se metía en un buena pelea -lo decía con un tono de diversión en la voz que me acongojaba- y es que como el mismo decía los ingleses no sabíamos divertirnos. Tras limpiarnos le preguntemos al chico que demonios había pasado y de manera seca pero concisa nos explico que lo habían insultado, que le habían llamado terrorista. Nos explico que Urko era un nombre de origen vasco, pero que él era granaino -no granadino- y que no se iba a dejar insultar por nadie, aunque ni Jonas ni yo estábamos puestos demasiado en el terrorismo de España yo trate de extrapolarlo a los problemas que antaño sufrimos con el IRA y en cierto modo entendí su enfado y su forma de sentir –durante mucho tiempo ser irlandés o parecerlo era motivo de burla y mofa por los ingleses-, le tendimos la mano en señal de amistad y yo trate de disculpar el comportamiento neandertal del pueblo ingles representado por esos dos energúmenos y el nos dijo que no hacía falta darse las manos ni pedir disculpas por un mal ajeno pero que no le importaría que esas disculpas se transformaran en pintas de cerveza roja. Así que ante tal propuesta de Urko y la sonrisa enmarcada en el rostro de Jonas accedí que fuéramos a tomar unas cervezas fuera del campus.
Así salimos del campus y atravesemos Staplegrove en dirección a la avenida Priory, cerca del Brewhouse en el barrio de Tánger se encontraba SmileyPonny, una añeja cantina con un tabernero no menos viejo y con no menos grasa en el mandil de la que había repartida por la vieja y ajada barra de madera, era la clásica tasca irlandesa con un pelirrojo irlandés de los de toda la vida, duros y de agrio carácter -no le digas jamás nada del ManU o te comes la jarra sin cerveza- pero Rory no era un mal cantinero, escuchaba cuando él quería y cuando no te escupía por mirarle pero en el fondo -había quizás que hurgar bastante- era un gran tipo y amén de todo eso tenía la mejor birra roja de todo el condado de  Somerset.
Nos sentamos a la barra y pedimos tres pintas de su mejor cerveza roja la cual nos fue servida en unas maravillosas y heladas jarras de latón abolladas y dios sabe si higiénicamente bien lavadas -no era momento y menos delante de Rory  de cuestionar la higiene de su local- pero lo que era indudable y lo reconocimos todos tras el primer sorbo es que aquella cerveza -refresca gaznates y quizás adulterada por la mugre- era sin duda la mejor de todo Taunton.
A la quinta a Urko -al fin- se le empezó a soltar la lengua, nos conto que era de un pequeño pueblo de Granada -pequeño pero irreductible al invasor como los galos- que subsistía del campo y en menor medida de la industria cárnica –poseían un jamón denominación de origen conocido y apreciado alrededor del mundo salvo en Inglaterra donde somos más de york-. También nos conto que tenía dos hermanas -en este punto es donde Jonas prestó mayor atención- y varios sobrinos. Pero que él había estudiado en la capital del reino -así llamaba irónicamente a Granada capital- y con los años el pueblo se le hacía pequeño llegando a sentirse como un pez atrapado en una pecera, y de ahí que su esfuerzo, tesón y sobre todo el dinero ganado trabajando en el campo de sol a sol los ultimo tres años lo habían llevado a Taunton, esperando que una licenciatura en Taunton le abriera las puertas al mundo –al fin y al cabo Taunton tenía una reputación a la altura de universidades como Oxford o Cambridge en Inglaterra y Yale, Harvard o Princeton en los Estados Unidos –yo de manera satírica siempre los había llamado “Los Estados Fornidos de América” por aquello de que están todos gordos como vacas, pero por respeto a Jonas había dejado de llamarlos así- siendo Taunton quizás más elitista que estas últimas-.
Tras no pocas cervezas todos nos sinceramos un poco  -Jonas quizás demasiado, pero hablar era algo que formaba parte de su rutina- y terminamos riendo a carcajadas mientras la gente de las mesas de al lado -cambiamos la barra por una mesa cerca del billar tras la cuarta ronda- no dejaba de mirarnos  de aquella manera tan inglesa que parecía que tras la espalda guardaban llaves inglesas o cualquier rudimentario trozo de acero para abrirnos las cabezas al la menor salida de tono. Ya casi cuando disponíamos a marcharnos un chico de larga melena negra y brazos tersos y marcados se acerco a nosotros con dos chicas -algo mayores que nosotros, una con el cabello rubio y corto con piercing en la nariz y la otra con el pelo más largo y de un tono caoba poco natural-. Durante unos segundos más seguí escrutándolos, observe con curiosidad un pequeño tatuaje que el chico llevaba en el antebrazo izquierdo así como un que la chica del pelo corto llevaba por debajo del ombligo -y que se podía adivinar sin necesidad de demasiada imaginación donde acaba aquella serpiente tatuada. Rompiendo el silencio el chico se adelanto un paso y hablo de una manera clara y directa, con una enorme seguridad en su voz:
-          ¿Sois chicos de Taunton no?
-          Si y tú  -respondí adelantándome al resto-, porque me suena mucho tu cara –y su pelo poco acorde a los gustos del rector-.
-          Soy Giovanni Bellacqua  pero llamadme Gio, soy compañero vuestro de tercero, os he visto y pensé que como a mí me sobraba una chica que y a vosotros os faltaban tres –todos se rieron-…
-          Pues siéntate y por favor no escatimes en detalles a la hora de contarnos como es que aun el rector no te ha obligado a rapar tu melena.
-          Tú eres Fletcher no, tío eres una leyenda en Taunton, se cuenta que tus padres donan tal cantidad de dinero que hasta el perro te va  a arropar por las noches –ante aquel agudo comentario todos se rieron yo el primero- ¿Es verdad que cuando colocaron las columnas del patio tu ya te habías agenciado la buhardilla?
Entre risas –más aun con aquella pregunta- y cervezas –aun tomamos varias rondas más ya que éramos tres más a la mesa- nos conto que pertenecía a una adinerada familia italiana dedicada desde hacía siglos a la elaboración y venta de mozzarella -quesos- y un vino espumoso rosado muy de la tierra –lambrusco- la cual hacía cuantiosas y frecuentes donaciones para nueva infraestructura de Taunton, eso conllevaba ciertos beneficios o licencias, entre otras el pelo, la habitación y el poder tener tarjetas de crédito –lo cual nos vino a todos muy bien porque aparte de pagar él la cuenta en el futuro nos seria de gran utilidad- . Aquella noche no termino ahí, tras dejar la taberna todos estábamos cuando menos achispados –era una forma muy elegante de decir que nuestra tolerancia al alcohol no era tan alta como la cantidad de cerveza que habíamos ingerido- llegamos a Taunton muy  tarde, las puertas estaban ya cerradas y las normas nos obligaban a pernoctar fuera si no llegábamos al cierre. Pero ninguno teníamos intención de dormir en la calle y menos Gio y Jonas que planeaban como introducir en Taunton a las chicas -La rubia se llamaba Kirsten creo y la pelirroja Megan quizás- , solo contar que parecía un chiste vernos aupar sobre nuestros hombros a las chicas –para nuestra sorpresa y el deleite de Jonas estas no llevaban ropa interior, no podíamos dejar de mirar, ni siquiera yo y toda mi educación inglesa-,  al final conseguimos introducirlas por unas de las ventanas del primer piso y con mucha suerte estas nos abrieron  por la parte de atrás del patio, por las puertas de servicio de la cocina. Aun me pregunto cómo llegaron hasta donde llegaron con tal maestría y rapidez -algo me decía que no era la primera vez que las dos chicas habían estado por Taunton, incluso que no era la primera vez que entraban de aquella alevosa y nocturna manera-. De aquella noche -tras entrar y llegar a mí habitación- no supe más, días después Gio y Jonas nos contarían como habían evitado al sabueso en el pasillo del tercer piso, pero eso ya es otra historia, yo solo quería dormir y sacar a pasear mi resaca a lo largo de la almohada.

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