sábado, 5 de mayo de 2012

CRÓNICAS DEL VERANO: SOLSTICIO. CAPITULO PRIMERO: LA LLEGADA PARTE 3/5





Ya dentro y mostrando que a pesar de todo aun nos teníamos un mínimo de pudor nos quitamos la ropa interior, cada uno la suya –agradecí a los dioses no tener que desabrochar los treinta corchetes de su corsé) y bajo las mantas vi su cuerpo desnudo –sin olvidar que ella veía el mío trayendo a mí de nuevo el rubor-, era preciosa, sublime como una diosa ante mis ojos, la bese y la abrace para sentir contra mí sus tersos pechos y su cálido cuerpo y sentí como una corriente eléctrica recorría mi cuerpo desde mis cabellos hasta las uñas de mis pies, era algo increíble y que nunca antes había sentido, ninguna mujer me había hecho sentir así jamás. Aquella noche nos amamos, nos quisimos y sobre todo nos hicimos el amor el uno al otro como si nos conociéramos de toda la vida, es más como si nos conociéramos desde los albores de la creación como si existiéramos el uno por el otro y dejáramos de existir cuando nos faltábamos. No sabía cómo podía sentir tanto en apenas horas pero teníamos algo especial cuando estábamos juntos, puede que por separados ambos fuéramos una vaga sombra de lo que éramos aquella noche, abrazados, unidos y fusionados como el cacao a la leche cuando se funden creando el chocolate. Esa noche fuimos eternos, éramos las estrellas en el cielo y la aurora boreal en los hielos, éramos un todo y nos sentíamos un todo cuando nos abrazábamos, éramos como el ying y el yang podríamos chocar pero no seriamos nada el uno sin el otro siéndolo todo juntos. Aquella noche no dormimos, no al menos durante muchas horas, horas en las que nos amamos sin descanso, como si nos fuera la vida en ello y el mundo se fuera a acabar al amanecer, parecía que cuando nos separásemos –y era lago que iba a pasar- para ir cada uno a su lugar –cada uno a  sus ala de la academia y cada uno a sus clases, pasarían horas hasta que volviésemos a vernos- el mundo se nos acabaría, aquella noche se nos iría y por ello no quisimos dormir, tras amarnos hablamos y hablamos, nos conocimos todo lo que amándonos no lo habíamos hecho ya hasta que el amanecer nos encontró y  nuestras miradas se pagaron la una frente a la otra, finalmente nos dormimos ya con la luz del rocío despuntando, el sol nos descubrió desnudos y nosotros lo engañamos escondiéndonos entre las sabanas, no queríamos que aquella noche acabase nunca.
Pero finalmente la mañana llego con su luz desoladora y tras desperezarnos con una ducha tibia y volver a hacer el amor bajo el agua dejamos la habitación de aquella vieja pensión de mala muerte que para nosotros se había convertido en el símbolo de nuestro amor precipitado y algo atropellado pero ante todo sincero y verdadero. La respuestas a todas aquellas preguntas sobre el amor a primera vista tenían a la luz del sol una respuesta clara y potente: La amaba, tenía claro que amaba a Seema y que aquella noche no sería la última sino la primera de una larga vida juntos si los hados nos respetaban.
Tras aquella apacible ducha de la que al salir nos sentíamos más “sucios” que al entrar salimos a desayunar –no sin antes despedirnos de Maggie- a un pequeño brunch familiar que había dos calles más abajo en la esquina de la quinta con Woolf. Estábamos hambrientos y comimos como lobos, en aquella situación cualquier pareja se habría sentido incomoda al ver engullir a la otra pero entre nosotros todo era tan cotidiano, tan natural que de verdad pensaba a veces que nos habíamos conocido en una vida anterior, parecíamos conocernos de siempre y apenas lo hacíamos desde hacia unas horas, era algo increíble aquellas miradas de complicidad entremezcladas con sonrisas y alguna risa entre dientes. Comimos como si se tratara de la ultima cena de un reo en la milla verde, tras un batiburrillo de pasteles y pastas con té que tomemos al postre nos fuimos dándonos la mano por primera vez, curiosamente nos habíamos entregado el uno al otro sin restricción y algo tan natural en un apareja como ir cogidos de la mano era algo que nos habíamos saltado –como dicen el orden de los factores no altera el producto ¿no?- como si nada, de hecho al hacerlo el rubor volvió de manera casi inocente a nuestras mejillas nada inocentes y nos perdimos avenida abajo en dirección a la Academia, aunque parecía media mañana apenas eran las 08:30 y en treinta minutos empezábamos las clases, llegar a tiempo era casi imposible ya que teníamos que ponernos los uniformes, aun sabiendo que nos iban a sancionar decidimos ir dando un paseo sin correr, lo hecho, hecho estaba.
Cuando lleguemos tuvimos que despedirnos ya que íbamos a las diferentes del edifico y no nos interesaba que nos vieran entrar juntos así que nos separamos con un pequeño beso y mis ojos se perdieron tras ella mientras se alejaba paso a paso hasta perderse por la puerta del ala este. Yo respire hondo y entre subiendo las escaleras a toda prisa tratando de evitar miradas y explicaciones a nadie –cosa que sería imposible- algo que se tornaba imposible cuando al llegar al pasillo en cuyo fondo se encontraba mi buhardilla, con aire desesperado –pero una gran sonrisa- un despeinado y mal vestido Jonas esperaba en la puerta, aparentemente había pasado la noche allí, al menos el aspecto de la ropa y el hecho de ser la misma de la noche anterior así lo delataba.

2 comentarios:

  1. wow... fran.. que hermoso escribes... me encanta.

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  2. Me alegro te guste, en breve subiré la cuarta parte del primer capitulo, de veras me alegro te guste, aun queda mucha tela que cortar.

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